1. El camino de la vida

 Me harás conocer el camino de la vida, saciandome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha (Sal 16, 11).                                                                                                                                                                                                    

LA PALABRA SE HACE CATEQUESIS

        Cuando pensamos en nuestra vida de fe, la imagen mas clara que se nos presenta es la de un camino. En el Evangelio, Jesús se nos revela como "Camino" para llegar al Padre; por su parte, los primeros cristianos se identificaban como miembros del "Camino del Señor". Y así es. La vida de fe es tránsito, andar, peregrinar. Surgidos del corazón del Creador, estamos en tránsito hasta que nuestro propio corazón repose en Dios: "TU, Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón esta inquieto hasta que descanse en ti" (Confesiones I, 1), apuntaba san Agustín.
         Evangelizar es proponer un camino y la catequesis es la acción interior que acompaña el fortalecimiento de ese andar. Caminar con otros para que la fe crezca. Por esta razón, el catequista se sabe acompañante en un camino: camino de encuentro y conversión que, primero, lo tuvo como protagonista. 
        La pedagogía original de la fe le exige al catequista una constante lectura de su historia personal a la luz de la fe. Así, podemos descubrir que hemos sido evangelizados para evangelizar y catequizados para catequizar. 
        El ejercicio de mirar hacia atrás para pensar la vida a la luz de la fe nos viene del Pueblo de la Biblia: "Mi Padre era un arameo errante que un día bajó a Egipto" (Dt 26, 3-10). 
        Los israelitas piadosos, al momento de presentar su ofrenda a Dios, hacían memoria de lo que Dios había obrado en medio del pueblo, cómo les había otorgado esta tierra que mana leche y miel. 
       "Me acuerdo de los tiempos pasados, medito todas tus acciones; considero la obra de tus manos" (Sal 143, 5). 
        La mirada de fe descubre, en el camino de la vida, esa presencia de Dios en nuestra historia personal: es un "darse cuenta" de como Dios nos ha acompañado en aquellos acontecimientos determinantes de la vida, aquellos de los que podemos decir "hay un antes y un después". 
        En esa relectura que hacemos de nuestras vidas, son muchos los signos en los que podemos descubrir el paso de Dios, su llamada o su interpelación. A Moisés, Dios habla desde la zarza ardiendo; a todo Israel en el paso por el mar Rojo; a Isaías, en su visión en el Templo; a Jeremías, en el taller del alfarero... Al mirar el camino de nuestra vida, podemos descubrir, en numerosos signos, cómo nos ha hablado Dios. El camino mismo es un signo, los obstáculos que hemos tenido (piedras), los momentos de esplendor (flores)... 
         Dios habla y es la mirada del hombre de fe la que puede descubrir ese paso liberador, sanador... El camino de nuestra vida es una historia de encuentro. Así como en el Evangelio podemos contar con el testimonio de tantos hombres y mujeres, interlocutores de Jesús, donde descubrimos el actuar pedagógico de Dios; nuestra vida, también, se ofrece como Evangelio para ser leido por los demás. Porque el catequista tiene un mensaje para compartir que, en primer lugar, es un testimonio de lo que Dios ha obrado en el.

LA PALABRA SE HACE ENCUENTRO

"Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar "(Jn 21, 9-10). 

      Te invito a pensar sobre tu camino de fe y distinguir en el el actuar de la pedagogía del Señor. Cada signo te propone preguntas para que puedas hacer "revisión de vida" distinguiendo aquellos momentos especiales de encuentro con Dios. 

• Piedras: ¿Cuales han sido los mas grandes obstáculos en tu vida de fe?
• Mochila: al recorrer "los caminos de la vida", ¿qué cosas llevás en la mochila que te acercan a Dios? ¿Que cosas llevás que te alejan?

• Agua bendita: ¿En qué momentos de la vida te sentiste especialmente bendecido por Dios?
• Cayado: ¿Hubo situaciones en las que necesitaste de un apoyo especial, un bastón que te sostenga?
• Espinas: sin espinas no hay rosas...
• Arbol seco: ¿Reconocés momentos en tu vida de fe que se asocien a este signo? ¿En que momentos experimentaste sequedad?
• Flores: ¿Cuándo te ves, en tu camino, floreciendo a la vida de la gracia?
• Fuego - Luz - Palabra: te invito a leer estos dos textos: Sal 23 y Jn 21, 1-14. ¿Qué encuentros especiales has tenido con Dios donde pudiste experimentar su cercania de buen Pastor dialogando intimamente junto at "fueguito" de su Palabra? ¿Que cosas te conmovieron en ese encuentro? ¿En qué te sentiste interpelado?

LA PALABRA SE HACE CANCION

El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: iEs el Señor! Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, y se tiró al agua (Jn 21, 7). 
      Pensemos en canciones como: Cuando uno se encuentra con Dios, de Daniel Poli en la obra Yo creo en las promesas de Dios. Jesús, te seguiré, también, de Daniel Poli. 

Jesús, estoy aquí, Hna. Glenda. 
Jesús, mi alegría, de las Hermanas Misioneras Diocesanas, integra la obra Te hiciste Palabra y canto. 

"No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus Caritas Est, 12). 

La historia de fe de cada hombre o mujer comienza con un encuentro relevante que transforma decididamente, la vida. Hablamos de un tipo de encuentro a partir del cual "todo cambia". Pero no por una cuestión mágica, sino por la respuesta que se halla en el. 
Conocer a Jesús significa encontrar el hondo sentido de la existencia, experimentar la sanación de un corazón roto por el desencanto, la soledad, la incomprensión... 
Encontrar a Jesús es experimentar la paz, una profunda paz que permite mirar las cosas de un modo distinto. Es claro que el encuentro con Jesús no hace desaparecer los problemas, las dificultades, las situaciones de dolor. Pero nos pone frente a esas circunstancias de otra manera, con otra mirada, con otra fuerza... Ahora se cuenta con un amigo que comparte la senda e indica el horizonte. Hay muchas formal de encuentro personal con el Señor: en su Palabra, en la Eucaristía, en la oración, en la vida comunitaria, en el esfuerzo solidario... solo hay que buscarlo, o mejor dicho, dejarse encontrar.

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