El comienzo del Camino
Catequesis sobre las apariciones de Jesús, por Hna. Beatriz Casiello
En este tiempo
post-pascual, se me ocurrió insinuar
algunas ideas, a mis alumnos del Profesorado
de Filosofía y Pastoral, sobre el
tema de las apariciones post-pascuales.
Sucedió
que en Catequesis, debes necesariamente
hablar del kerygma...(vaya que no...)
y al narrar la experiencia de los Hechos
, salta el tema de las Apariciones.
Cuál,
no sería mi sorpresa cuando constaté
que mis alumnos me miraban casi aterrados
al oírme.
Entonces me pregunté
sobre la Catequesis que con ellos se habían
manejado y esas que, de ordinario, se repiten
en las Homilías donde el Pueblo de
Dios sigue siendo un paciente escucha, cuando
la paciencia no se agota " en media hora
de sermón"...
Comencemos diciendo
que los cristianos afirmaron que la muerte
no es la última palabra de la historia,
sino la vida, porque tras ellas nos
espera el encuentro con Aquél que
nos ha precedido: Jesucristo, El Resucitado.
Los Apóstoles,
testigo de la Pascua, vivieron una experiencia
de transformación ante esta verdad
que los superaba. Todos los hombres, toda
la humanidad, ya está desde siempre
orientada hacia ese futuro salvífico
que se ha manifestado en Jesucristo a partir
de su Resurrección.
En Jesucristo
se nos juega la verdad y el futuro de nuestra
propia vida.
Reino de Dios
y Resurrección de los muertos,
ponen de manifiesto las condiciones de plenitud
del futuro humano.
Es la Resurrección
la que abre a El y a todos los que creen
en El la participación en el Reino
que nos ha anunciado.
El tema de las
apariciones se nos abre en el Evangelio,
según desde dónde nos ubiquemos,
como una serie de narraciones que interpelan
nuestra imaginación o nuestra fe.
Clásico
el fragmento de los discípulos de
Emaús (Lc. 24, 13-35).
Desde el punto
de vista literario y catequístico
es una de esas piezas claves que no pueden
omitirse en la predicación. Narrativa
sencilla al par que profunda, se presta
a una reflexión incluso metodológica,
por ser paradigmática.
Pero pienso en
la dificultad que significa un Cristo que
aparece, asumiendo la figura de un extraño
y desaparece como esos dioses de las leyendas
griegas.
No hay duda de que estamos frente
a un género literario reelaborado
y readaptado teológicamente. Aún
así tenemos derecho a suponer que
se está narrando un auténtico
encuentro con el Resucitado. Dos
hombres han vivido esa experiencia de un
modo tan profundo y real que se sintieron
transformados e impulsados a volver de inmediato
a Jerusalén , para narrar esta experiencia.
El verdadero
problema, radica más bien en que
los hombres de hoy ya no tenemos experiencias
como éstas.¿ Es realmente así?.
No son ya posibles estas experiencias fuertes,
transformantes?. O si se dan, ¿son excepciones
reservadas a místicos ... inalcanzables?...
¿O es que
no hemos vivido jamás, la experiencia
del viviente, y esa " explosión
de sentido" que nos invade a medida que
nos va ganando el corazón y todo
se nos va aclarando?.
Lógico:
estas experiencias religiosas no son patrimonio
de un análisis sicológico.
Tampoco podemos decir que sean objetivamente
idénticas a las experiencias
pascuales de los primeros testigos.
Pero no nos será
difícil entender que en otro tiempo,
hace ya dos mil años dos discípulos
experimentaron, en un camino bien concreto,
y a una hora exacta y precisa, que Jesús
seguía viviendo y caminaba con ellos...
Mientras escribo
estas líneas, llega precisamente
Cristina, una amiga, para plantearme un problema
y, en el transcurso de la charla me confía,
con lágrimas, la experiencia de un
encuentro de matrimonios que cambió
la vida de ella y de su esposo. Desde entonces,
me dice, ya no fue más lo mismo.
Lo conocíamos " de oídas"
pero en esos días, "lo vimos"
y agrega: se me pone la piel de gallina
al contarlo, pese a que hace ya siete años...
Y Jesús no desapareció más
a nuestros ojos...
Los Evangelios
de las Apariciones, son pues un desafío
para nuestra fe.
No por su valor
apologético, sino testimonial.
Valen para interrogarnos, si en esta experiencia
de vida en contacto con las Escrituras o
al Partir el Pan, o a orillas del lago de
la existencia, hemos encontrado al Señor...
Si hemos visto en la esperanza, vacías
nuestras tumbas en la certeza de que los
que creyeron, ven ...
Desafío
a nuestra catequesis, sin duda, sobre todo
la de los más pequeños, para quienes
en el mundo de las fantasías todo
cabe, como si fuera real. Tal vez sean
necesarios más gritos kerigmáticos
que fundamenten la única certeza
que sustenta la vida cristiana: ¡El
vive! ¡Y está entre nosotros!
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